Alejados de la mimesis y la verosimilitud de lo figurativo, los cuadros del pintor David Duke interpelan al espectador a que reflexione sobre una realidad en la que nunca se ha de encontrar un lugar seguro, pues la única certeza que surge desde el interior de sus cuadros a la superficie visible de cada trazo, es el movimiento o el caos circular que envuelve en forma de interrogante la existencia humana.

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